Hoy es 18 de Diciembre, festividad de la Esperanza.
El origen de esta fiesta se debe a los obispos del décimo concilio de Toledo, (656). Estos prelados vieron un inconveniente en el antiguo uso de celebrar la fiesta de la Anunciación de la Santa Virgen el 25 de marzo, pues comprendieron que esta solemnidad se sitúa, normalmente, en los tiempos en que la Iglesia está preocupada de los dolores de la Pasión. Entonces, decretaron que, en adelante, se celebraría en la Iglesia de España, ocho días antes de la Navidad, una fiesta solemne, con octava, en memoria de la Anunciación, y para servir de preparación a la gran solemnidad de la Natividad.
Luego, la Iglesia de España sintió la necesidad de volver a la práctica de la Iglesia Romana, y las del mundo entero que celebran el 25 de marzo, como el día consagrado para siempre a la Anunciación y la Encarnación del Hijo de Dios: pero tal había sido la devoción de los pueblos a la fiesta del 18 de Diciembre, que se juzgó necesario guardar un vestigio. Se creó, entonces, una nueva fiesta bajo el título de la Expectación del Parto de la Santa Virgen, en los días que preceden inmediatamente a su admirable parto.
Esta fiesta también se llama de Nuestra Señora de la ¡Oh!, debido a las grandes antífonas que se cantan en estos días y que comienzan todas por la interjección ¡Oh! y expresan la Esperanza de los antiguos patriarcas y profetas en la llegada del Mesías:
Antífonas de la Oh
2. Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ¡ven a librarnos con el poder de tu brazo!
3. Oh Raíz del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ¡ven a librarnos, no tardes más!
4. Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ¡ven y libra los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte!
5. Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la Luz Eterna, Sol de justicia, ¡ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte!
6. Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, ¡ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra!
7. Oh Emmanuel, Rey y Legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ¡ven a salvarnos, Señor Dios nuestro!
Éstas antífonas preceden al canto del Magnificat desde el día 17 hasta el 23 de Diciembre:
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
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